jueves, 24 de septiembre de 2009

Sombras del pasado

Foto: AP

La sociedad hondureña está viviendo el momento más crítico de los últimos años. Es que tras el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya el 28 de junio, la violencia y agitación fueron creciendo hasta llegar a su punto máximo el pasado martes, cuando el gobierno golpista de Roberto Micheletti reprimió a partidarios de Manuel Zelaya que se concentraron en la embajada de Brasil.
La tensión había comenzado el mismo martes, cuando se supo que el presidente derrocado había ingresado al país burlando los controles fronterizos, para refugiarse en la embajada brasileña. Violando el estado de sitio, los manifestantes rodearon la embajada, pero fueron ferozmente reprimidos por los soldados.
Según denunciaron organizaciones de derechos humanos y el propio Zelaya, habría al menos diez muertos producto de la represión policial, hecho que fue desmentido por los voceros del gobierno golpista. Sin embargo, ayer por la tarde, la policía de Tegucigalpa reconoció la muerte de una persona luego de los enfrentamientos. Por otra parte, en declaraciones al canal TN, Zelaya denunció que el gobierno de facto planeaba ingresar a la embajada y asesinarlo simulando un suicidio, pero afirmó que ese plan no se llevó a cabo gracias a la intervención de la comunidad internacional.
En países y contextos diferentes parecen desarrollarse los sucesos de esta nota y la anterior publicada en este blog (Tres años sin Julio López), sin embargo, parecen estar estrechamente ligadas y nos permiten reflexionar sobre el accionar de la derecha en los tiempos que corren. Aquella premisa que procura conocer el pasado para entender el presente y proyectar el futuro no parece ser aprehendida por ciertos sectores conservadores latinoamericanos, que lejos de luchar para evitar el regreso de aquellos años de dictadura y terror, se esfuerzan en apoyar procesos antidemocráticos de este estilo.

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