jueves, 22 de abril de 2010

El peligro de la (des)información


La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), lanzó un comunicado repudiando la aparición en las calles porteñas, de afiches contra periodistas del Grupo Clarín. Los carteles a los que hace referencia, muestran los nombres y rostros de doce periodistas del multimedios e indaga retóricamente: “¿Se puede ser Periodistas independientes y servir a la dueña de un multimedio que está acusada de apropiación de Hijos de Desaparecidos?”. Por otra parte, ADEPA mencionó la agresión verbal sufrida por Fernando Bravo, al cruzarse con manifestantes que habían asistido a la marcha de respaldo a la Ley de Medios y la amenaza sufrida por un periodista de Perfil.


De corroborarse la autoría de los afiches por parte de grupos allegados al kirchnerismo, sería una actitud realmente repudiable hacia el Gobierno de Cristina Fernández, que nos remontaría a los oscuros métodos de “listas negras” muy comunes durante la última dictadura militar y convertiría esta disputa de intereses en una verdadera cacería de brujas, en la cual se intenta determinar quien habla bien y quien habla mal del Gobierno, para ser enjuiciado a los ojos del pueblo.
Si bien desde el Gobierno se ha dicho poco y nada al respecto, algunos grupos cercanos han puesto en duda la autoría de los carteles, debido a la existencia de algunos cabos sueltos que sería bueno analizar para intentar comprender más a fondo la situación. En principio, llama la atención que aparezcan afiches de tales características y no estén firmados por alguna agrupación funcional al oficialismo, como suele suceder en la mayoría de las operaciones de este tipo. Por otra parte, la retórica parece demasiado “blanda” y con algún tono irónico. Nótese que dice “acusada de apropiación” y no “apropiadora”. Por otra parte se habla de multimedio y no de monopolio, como le gusta al Gobierno llamar al Grupo Clarín.

Cualquiera sea la autoría de los afiches, esta “guerra de trincheras” desatada entre el Gobierno y los principales medios de comunicación, con el Grupo Clarín a la cabeza, han llevado a una desinformación y degeneración de la práctica periodística, con la sociedad como rehén. Como en una pelea de box, podemos presentar en un rincón al Gobierno, que hace poco más de un año y medio impulsó una encarnizada lucha contra Clarín, con un trasfondo evidentemente económico. En el otro rincón, el multimedios más importante del país, aliado con los principales opositores políticos, que como consecuencia de ese conflicto de intereses se ha propuesto bombardear al Gobierno a cualquier precio. En el medio la sociedad, que muchas veces se siente desorientada y le cuesta ver con claridad si vive en un país maravilloso, casi del Primer Mundo, como lo muestran los medios afines al Gobierno, o vive en un país a punto de estallar en mil pedazos, como lo muestran los medios opositores, con conductas burdas y chabacanas en muchas oportunidades. Sería necio creer en la objetividad del periodismo, pero cuando los intereses en juego pesan tanto y el periodismo es explícitamente funcional al poder, ya sea oficialista u opositor, nos encontramos ante el grave peligro de la desinformación.

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